Crecer a partir del juego, un gran desafío

  Crecer a partir del juego, un gran desafío

En el contexto del Mes de las Infancias, la psicopedagoga Laura Collavini resalta la importancia del juego como herramienta de construcción y aprendizaje, y no como una “pérdida de tiempo”.


Redacción

Diario Río negro

Columna psicopedagógica 

Laura Collavini. Psicopedagoga

lauracollavini@hotmail.com

https://www.rionegro.com.ar/crecer-a-partir-del-juego-un-gran-desafio-1911523/

AGOSTO 8, 2021 7:30 AM




En el juego se elaboran estrategias, se generan hipótesis y se construye lenguaje. No es, ni por asomo, “tiempo perdido” para los niños.

En el juego crecemos. Con mirada crítica diré que no es niño quien tiene la edad sino a quién dejan ejercer. Bastante sencilla la reflexión. No requiere demasiado análisis. Sin embargo, parece que algo tan obvio hay que explicarlo, armar seminarios, congresos y demás.

Tal vez no nos convenza lo natural, algo así como que el sol sale a la mañana o es la mañana porque vemos al sol asomar y lo vemos esconderse por la tarde o es la tarde porque va desapareciendo de nuestra vista. En el otoño caen las hojas de los árboles y en primavera florecen. Ritmos naturales. Los mismos que aseguran la continuidad de la naturaleza. Ciclos. Natural. Esperable que no es igual a sencillo.

La naturaleza es compleja y fascinante. Los ciclos humanos son naturales. Son esperables, son complejos. Pero si a lo ya dado queremos modificarlo porque creemos que no es sofisticado, exigente, moderno; estamos en problemas.

Jugar es ser niño, es oficiar de tal. Jugar es expresar a través de diversos elementos sensaciones, ideas, razonamientos, temores, malestares. Eso es jugar, hacer que algo sea otra cosa con el accionar de la mirada, del tacto, de la mente. Jugar es hacer posible lo imposible y habitar en ese mundo hasta que llamen para el almuerzo o el timbre del recreo nos diluya del ensueño hasta el próximo encuentro.

Del juego se sabe cómo se ingresa, pero nunca cómo se sale. Es impredecible. Y eso es lo más interesante. La vida misma está ahí con cajas o en un arenero. Con algunos muñecos o sólo con cordones.

Es importante, como padres, acompañar en esta instancia.

Juego-trabajo les gustaba decir en el ámbito educativo. Como si el mismo hecho de jugar no fuese en sí mismo lo suficientemente activo como para agregarle algo tan ajeno al niño como el trabajo. Es que el trabajo debe ser ajeno a los niños. Los niños no deben trabajar.

¿Por qué fue que no pensamos que si se construye un mundo propio en un juego se elaboran estrategias matemáticas, del lenguaje, se generan hipótesis, se refutan? ¿Por qué no observamos que al jugar es necesario contar y construir estrategias de conciliación, negociación, modificación, estudios de errores, análisis comparativo?

¿Cuándo y cómo fue que decidimos que las letras fuesen más importantes que crear un mundo diferente con colores inventados? Y después queremos, rogamos y exigimos cambios. ¿Qué cambios podemos lograr si cuando los niños arman mundos nuevos les decimos que no corresponde hacer desorden, no respetar los colores y hacer ruido?

Admito que no contemplo ninguna actividad en las pantallas como “juego” y es un debate que celebro tener con los adolescentes que acompaño.

En mi concepto no hay juego si no hay cuerpo. El cuerpo habla a través de su organismo, espíritu, se involucra, se renueva. Contemplamos el lenguaje, la motricidad, los gestos.

¿Por qué pedimos gente nueva y cuando surgen decimos que no corresponden a la media, los etiquetamos y los mandamos al neurólogo? ¿Somos tan complejos los adultos que queremos que nuestros hijos sean felices sin juego? ¿Cómo es posible? Si el juego es mundo interno, propio, único, personal. ¿Cómo puede ser feliz una persona sin su mundo interno? “No está haciendo nada” dicen. “Está jugando”. Luego se preguntan por qué los adolescentes se revelan y los niños se portan mal.

Estas generaciones denuncian. Les dimos autoridad para hacerlo, pero nos olvidamos de lavarnos las orejas y analizar sus reclamos. Denuncian como pueden: con síntomas en general.

La infancia busca su identidad. Que sus tiempos de actividad lúdica sea respetada, necesitan compartir su mundo interno con amigos, compañeros y con la familia. Lazos sociales donde se proponga tiempo para compartir, escuchar y poner límites, crear y recrear. Cambiar reglas y amoldarse a algunas dadas.

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