Cambiar o no cambiar, esa es una de las cuestiones

  Cambiar o no cambiar, esa es una de las cuestiones

Como a los adolescentes que les asegura arraigo social estar en grupo y vestirse parecido, escuchar la misma música e ir a los mismos lugares, los adultos tomamos bastante de eso. Nos asusta el que piensa diferente, reflexiona la psicopedagoga Laura Collavini a partir de un cuento.


Redacción

Diario Río negro

Columna psicopedagógica 

Laura Collavini. Psicopedagoga

https://www.rionegro.com.ar/cambiar-o-no-cambiar-esa-es-una-de-las-cuestiones-1627223/

DICIEMBRE 27, 2020 9:13 AM


La familia rayada

¡Había una vez una familia rayada! El papá rayado de rojo, la mamá color amarillo, la nena celeste, el nene verde y el perro azul. Vivían muy contentos con sus rayas de colores. La gente los veía pasear y decía

“¡Miren, ahí va la familia rayada!” Y ellos estaban orgullosos de sus rayas. Pero sin embargo existía un problema que no podían solucionar. ¡Todos los integrantes de la familia se chupaban el dedo! ¡No podían evitarlo! ¡Primero fue adentro de la casa cuando nadie los veía! Cerraban las cortinas y mirando la tv se succionaban el pulgar. Nadie hablaba, ni siquiera el perro ladraba para lamerse la pezuña…sólo se podía escuchar “…chuc, chuc, chuc…”. Lo que sucedió es que pasado el tiempo el dedo pulgar se empezó a transformar. No sólo el de la nena que no podía agarrar la cuchara sin tirar algo, el nene no lograba

apretar bien los botones de la play, sino que se complicó el problema cuando ¡la mamá no podía cocinar, el padre no podía darle la mano a alguien sin que le pisaran el pulgar de la mano y el perro no podía correr! Rayados y con los pulgares inmensos y torpes ya no se sentían tan felices.

Pidieron ayuda a un brujo, a un médico y hasta un psicoanalista que los acostó a todos unas camillas cómodas y los hizo hablar y hablar, pero a la salida corrieron a esconderse en la oscuridad para volverse a chupar los dedos. La familia, más rayada que nunca pensó y pensó y decidieron hacer un invento. Tomaron algunas rayas de sus vestimentas, agregaron pelos de cada uno, un poco de aceite, crema y un poquito de azúcar. No eran que fuesen brujos ni que les interesaran esas cosas. Es que estaban desesperados y no sabían muy bien qué hacer. Ante la desesperación a veces se crean cosas…

Se lo untaron en cada uno de los pulgares y ¡OH sorpresa!--- El olor que despedía ese menjunje era tan asqueroso que…se acercaron los dedos a la boca y ¡Guácala! ¡No pudieron! ¡Ni siquiera lavándose las manos! ¡Estaban tan contentos! ¡Pero algo había cambiado! El preparado o las rayas menos de su ropa, o el olor desagradable, no sabían bien…los había cambiado un poco y ya no tenían ganas de chuparse el dedo ni de hacer lo mismo. El papá tomó una camisa preciosa de lunares…bueno, no sé si era preciosa, pero él estaba contento con ella… ¡La mamá una peluca pelirroja y un pañuelo azul, la nena un sombrero con plumas y unos tacos violetas y el nene una camiseta de chacarita que le quedaba re bien! Y salieron tan felices y orgullosos a la ciudad que la gente no se sabía bien por qué los miraba, si por su alegría o por sus vestimentas originales.

Y esas cosas que suceden…al día siguiente se empezaron a ver por las calles de la ciudad camisas con lunares, sombreros con plumas y Chacarita subió a la “A” …Nunca supieron por qué si a ellos les había costado tanto dejar de usar rayas ahora todos usaban lo mismo que ellos, pero bue…dicen que el mundo está loco… ¿Será así?

***


Me encanta este cuento que escribí hace ya varios años. Es una historia que sin duda podemos analizar desde diferentes puntos de vista. La familia rayada me recuerda nuestra necesidad de independencia que choca con nuestro deseo de cumplir mandatos que no sabemos muy bien qué son y qué implican. Me recuerda que hacemos cosas automáticas que nos hacen mal o que no nos hacen bien pero que no sabemos cómo cambiar o no ponemos energía en hacerlo. Preferimos quejarnos e impedir cosas antes que cambiar.

También me recuerda al desorden que implica muchas veces el supuesto orden y que la idea romántica de hacer todos lo mismo nos lleva directo al caos interno. Hay familias enteras de abogados. Y de repente un músico. Familias de comerciantes. De repente un psicólogo. Confieso que lo escribo y me causa cierta gracia. Alegría tal vez. Porque como la familia rayada, la incomodidad de hacer lo mismo puede terminar haciendo síntoma. Y es lo distinto, el síntoma, el supuesto error lo que nos brinda la posibilidad de cambiar. De liberarnos de algo que no nos pertenece. Existen grupos sociales (empresas, pueblos, países, colegios, familias, etc.) que funcionan como “sectas”: Organización, generalmente religiosa, que se aparta de las doctrinas tradicionales u oficiales y toma carácter secreto para los que no pertenecen a ella; especialmente cuando se considera que es alienante o destructiva para sus seguidores.

Se me ocurren miles de ejemplos y situaciones, reflexiones y análisis. Pero tal vez no sea oportuno en este espacio tantos razonamientos.

Pero…Y siempre ese, pero complejiza todo… ¿Cuántos discursos tenemos sosteniendo el lazo de la verdad y la fidelidad a la familia? ¿Cuántos dolores ocultamos y cuántas relaciones sostenemos porque…” ¿Nosotros somos así”? ¿Cuántos hij@s se fueron de casa y nunca más hablaron con sus padres por no ser comprendidos en su forma diferente de ver la vida?

¿Cuántas carreras se siguieron, cuántos matrimonios se armaron por complacer a otros? ¿Cuántas guerras se generaron por no respetar ni consensuar?

Parece que la familia rayada es más compleja de lo que parece…Si hasta el perro tiene costumbres humanas…

Parece que como a los adolescentes que les asegura arraigo social estar en grupo y vestirse parecido, escuchar la misma música e ir a los mismos lugares, los adultos tomamos bastante de eso. Nos asusta el que piensa diferente y preferimos cubrirnos con rayas y auto sustentarnos en un supuesto placer. Claro, el síntoma es la puerta de salida y…la oferta de colores y figuras diferentes que inundan el horizonte es muy atractiva. Tiene pinta de deslealtad…Y qué amorosa puede sonar cuando de libertad se trata.

Deslealtad y libertad: ¿No están asociadas en los libros de historia, ¿no? ¿Y si la supuesta deslealtad a la manada implica la separación de lo que no hace bien y optar por lo nuevo y desconocido? ¿Sigue siendo deslealtad o un nuevo código?


Laura Collavini Psicopedagoga.

lauracollavini@hotmail.com

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