Celebrar la vida
Celebrar la vida
La psicopedagoga Laura Collavini comparte con los lectores una reflexión sobre este tiempo y el año transcurrido. Pero además, segura de que somos capaces de ofrecer lo mejor, invita a honrar este aquí y ahora que nos toca este 2020.
Redacción
Diario Río negro
Columna psicopedagógica
Laura Collavini. Psicopedagoga
https://www.rionegro.com.ar/celebrar-la-vida-1618536/
DICIEMBRE 20, 2020 7:30 AM
Celebrar la Vida. Esta Vida. La real. Celebrarla no es necesariamente fiesta. Es honrar el aquí y ahora. Es estar conscientes para ofrecer lo mejor.
Fuimos pasando hojas del calendario una por una. Transitamos confusión, angustia, temor, miedo. Nos encerramos, nos protegimos, hicimos todo lo posible para proteger a los que queríamos, a los que no también. Armamos redes y aprovechamos las sociales de internet para dar mensajes de aliento, compartimos la desazón, hablamos por teléfono. Nos conectamos y nos desconectamos del afuera. Nos fuimos poniendo interruptores internos que fueron marcando ritmos que no entendimos. Fuimos maestros, padres, tutores y encargados. En varios momentos soñamos con escapar de noche sin ser vistos “Al país del Nunca Jamás”.
Proyectamos todas las películas que se van a armar y se armaron en torno a una realidad que supera la imaginación. Nos encontramos siendo protagonistas de casi todos los géneros: terror, drama, suspenso, policial, comedia. Nos acercamos al arte. Valoramos la escuela y los profesionales de la salud. Cambiamos formas de relación y nos re inventamos. Sufrimos por muchas pérdidas. Cercanas y no tanto. Escuchamos noticias de más y aprendimos a apagar periodistas amarillistas. Miramos la casa, la re ordenamos, la re diseñamos, tuvimos tiempo para darle vuelta una y mil veces.Nos aburrimos y nos divertimos. Hicimos recetas nuevas de cocina y reciclamos.
Encerrarnos generó que nos tengamos que escuchar y nuestro palpitar empezó a tomar sonido de tambor. Un tambor rítmico que primero sonó con miedo, esperando a no ser tan sentido.
Atravesamos el pasaje del verano hacia las primeras hojas que se caían. Nos abrazó un otoño bello con clima templado y ahí nuestro ánimo estaba aun un poco alto y se escuchaban los aplausos de las 21. Y una canción que marcaba que “resistir” era nuestra huella. Y llegó el invierno. Con árboles desnudos como nuestra alma en ese momento. Esta vez lo hizo con mucha nieve.
Tardamos muy poco tiempo en saber que era porque no nos interpusimos en la Naturaleza. ¡Nuestra Pacha Mama se lució linda! Los cielos se vieron limpios durante meses, las montañas lucían su esplendor. Toda la Naturaleza respiró de nosotros. Nos encerró. Y lo bien que hizo. Ella con su infinita sabiduría soporta desgastes y sufrimientos. La despojamos de sus mayores riquezas y nos sigue dando. Era buen momento de un buen sacudón.
Por el mes de mayo escribí esto: “Y la tierra un día dijo basta. Y prometió que aquellos que le habían hecho tanto mal comprenderían la lección. Un día la tierra se cansó de perder. Se fue desprendiendo muy de prisa de sus seres queridos, de muchos que les daban color a las montañas, mostrando su fuerza y robustez. Perdió aquellos seres indefensos que de sólo verlos ella sonreía. No sólo en las montañas y los valles sucedió esto; atravesó ríos y montañas. Océanos, hielos y aire.
Es que muchos monstruos se apoderaron de ella. Se fueron haciendo grandes a través de los años. Tan grandes y poderosos se creyeron que empezaron a adueñarse de todo lo que encontraban en su camino, incluso el aire. Se creyeron los reyes del universo y salieron a conquistar también otras tierras, otros planetas. Ella tenía preparado para todos millones de árboles con frutos de lo más dulces, repletos de nutrientes que podrían volverlos bellos y saludables. Pero ellos preferían el poder.
También tenía millonésimos de casas para las aves, que desde sus hermosos nidos albergaban más vida y entonaban grandiosas canciones para la tierra, en forma de agradecimiento. Pero ellos preferían el poder.
Todos los seres le daban las gracias a La Tierra por tan preciosos regalos. Y ella no se engrandecía con esto, sólo era feliz y como forma de demostrarlo les regalaba todos los años flores, abejas que traerían más flores y vida, corría las nubes con el viento para que el sol tibio caliente los hogares de todos los seres que la habitaban.
Pero los monstruos cortaron las flores y mataron las abejas. Tomaron a las criaturas por sorpresas y las mataron a una, a cientos, a miles. Cortaron los árboles con los nidos, ensuciaron las aguas, el aire y las nubes. Un día la tierra dijo basta. Decidió dejar de esperar a que los monstruos aprendieran a respetar y cuidar.
En uno de sus tantos rincones había un sitio donde sus criaturas morían con sufrimiento mientras los monstruos esperaban a que paren de sufrir para comerlos, aunque no tengan hambre. Tomó un poco de esa sangre y la desparramó por todo su cuerpo. En algunos lugares quedo más sangre que en otros. La sangre se secó y los monstruos comenzaron a sentirse mal.
Intentaron sacudirse para librarse, llamaron a los más expertos y no lo consiguieron. Los monstruos con sus poderes se empezaron a sentir temerosos, refugiaron a la espera que esta sangre a la que llamaron pandemia, desaparezca. Tenían miedo. Al fin tenían Miedo. Podían perder sus poderes, sus riquezas, lo logrado después de tanta sangre derramada.
Y los seres que la habitan comenzaron a salir. Y ellos con sus poderes atemorizados quedaron adentro. El aire comenzó a limpiarse y las flores crecieron. Las aves se escuchaban más y algunos árboles empezaron a crecer, aunque otros no. Algunos monstruos aprovecharon que otros tenían miedo para seguir destruyendo selvas y bosques que lo dejarían tarde o temprano sin aire, sin flores, sin vida.
“Reconociéndome activista por el medio ambiente, tuve posibilidad de mirarme y ver hábitos en contra a la Naturaleza”
No sé si está historia tiene final feliz. ¿Vos, qué harías para que la tenga? El monstruo podemos ser vos y yo. Podría titular la historia: “Nosotros los monstruos”. ¡Si! Nosotros, y nadie se escapa. Porque reconociéndome activista por el cuidado del medio ambiente y costumbres saludables, sin comer carne y amando la vida, tuve posibilidad de mirar mis actos y está repleta de costumbres y hábitos que van en contra a la Naturaleza. Doy pequeños pasos para cuidarla algo más, pero… un día me encontré que salí a hacer compras y ver autos me subió el ánimo. Y tuve que hacer fila en algún comercio y sentí que mi sangre empezaba a fluir. Una bocina me pareció una sinfonía. Sentí que estaba viva.
Me encanta aprender y estoy segura que cada uno si pudo escucharse con el silencio de las bocinas, los trenes y los aviones también pudo aprender de uno mismo y del otro.
Este 2020 me obligó a anidarme y se lo agradezco. Anidar mi capacidad de ser y sentir. Único e irrepetible. Me escuché tanto que me aturdí y me dio tiempo también a hacer silencio para lo que sucedía en mi entorno.
Despedí seres queridos. Lloré el dolor propio y compartí y comparto el de otros observando que somos esto en esta tierra. Un momento, un espacio de tiempo finito y sensible. Rico y eterno nuestro Ser. El cómo se transite depende de cada uno en relación al contexto que elijamos.
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