Psicopedagogía: la sociedad del consumo y sus problemas

 Psicopedagogía: la sociedad del consumo y sus problemas

En esta oportunidad, la psicopedagoga Laura Collavini nos trae una reflexión sobre el consumo innecesario que tiene lugar en nuestra sociedad y en cómo puede impactar esto en un futuro.

Redacción

Diario Río negro

Columna psicopedagógica 

Laura Collavini. Psicopedagoga

FEBRERO 13, 2022 5:00 AM

https://www.rionegro.com.ar/en-casa/la-sociedad-del-consumo-y-sus-problemas-2156247/


Los residuos, el consumo innecesario y la sobreexplotación de recursos; temas para tener en cuenta.

Yo consumo, tu consumes él consume, nosotros consumimos… Sociedad de consumo. ¿Qué consumimos? ¿Cómo consumimos? ¿Por qué consumimos? ¿Para qué consumimos? ¿Dónde consumimos? ¿Con quién consumimos?

Desde que nacemos nos incorporamos, casi a la par del vínculo materno, indisoluble y esencial, a la sociedad de consumo. Sin resistencia, o sí, pero con la pérdida absoluta de la batalla. Si queremos ganar casi que debemos aislarnos en algún lugar recóndito del planeta.

Les voy a contar una historia personal, la cual me llevó a preguntarme muchas cosas de mí y de mis acciones. Un día de enero llegué al basural de Cipolletti. Fue esos días de verano, con mis hijos relajados en casa. Esas horas en las que me di permiso para hacer algo diferente. Llegué con varias personas que conocían el lugar. Metro a metro recorrido con mi auto, a cinco minutos de mi casa fresca y confortable, era un segundo de impotencia. Se me cruzaron ratas, esquivé perros muertos y vi centenares de bolsas colgadas en los bellos álamos.

Cuando llegué arriba había muchas personas juntando cosas de la basura: para comer, elementos que les servían para alguna changa o para su casa. Elementos que otros consideraron deshechos y ellos les daban una segunda oportunidad.

Un niño se escondió avergonzado detrás de un montículo grande de basura. Todo esto sucedía mientras me contaban que una persona había muerto aplastado por un camión de residuos y que una señora juntaba vidrios que otros tiraban, los vendía y de eso vivía.

Todo eso sucedió en dos horas aproximadamente. Fue un máster intenso. Me modificó mi vida. No sólo nunca más tiré mis residuos de la misma manera. Las caras de las personas que lo necesitan se instalaron en mi memoria al igual que la de ese niño que se escondió de vergüenza.

Comencé a preguntarme acerca de eso que consumo. El por qué, para qué y todas esas extensas preguntas con las que comencé esta nota.

¿Por qué ingresamos en algún momento en ese consumo ensordecedor que no nos deja mirar a nada más? Mirando quién tiene más, quién consume más y yo agrego… ¿Quién es más inútil? ¿No les gusta la palabra? Veamos… ¿Cómo denominarían a la persona que deja su residuo en la playa, esperando que una ola llegue y la tome, que la ingrese al mar para que termine en los órganos de un pez? ¿Cómo se llama a la persona que luego de fumar su tan querido cigarrillo, lo deja en la arena, contaminando a miles de litros de agua?

Hasta acá estaremos casi todos de acuerdo y seguramente me dirán que ninguno de los lectores lo hacen. En estos días junté mucha basura de la playa. Papeles y colillas. Nylon que estaban ahí, esperando algún pájaro descuidado. Tomé algunos de los cientos de colillas que había tiradas. El ejercicio de “hago lo que puedo” lo instalé hace un tiempo en mis días.

Pero voy a una pregunta más incómoda. ¿Cuántos reciclamos en casa? ¿Consideran que es una pregunta que no tiene que ver con la educación ni el consumo? Es una pregunta tan incómoda como profunda. Porque nuestro ser en estas décadas está íntimamente relacionado con el consumo.

Realmente podemos conocer a la persona por su basura. ¿Qué conciencia tenemos acerca de lo que consumimos? Alimento, películas, ropa, autos, etcétera. ¿De dónde vienen? ¿Cuál es el destino de ese nylon que envolvió en forma tan elegante a la manzana del súper?

La educación se modificó. Los incendios y las inundaciones no paran. La naturaleza ya no sabe qué hacer para hacernos despertar. Nos quedamos un año encerrados viendo cómo los animales festejaban, finalmente, ver encerrado al monstruo.

Somos adictos al consumo y es algo que debe estar incluido en la educación. Porque si la educación abre alas y mentes, si el objetivo es que los seres humanos evolucionemos, tenemos que hablar de algo más que de la raíz cuadrada. Si estimulamos a nuestros niños a que sacien su ansiedad con objetos inútiles que los desconectan de su propio ser, lograremos personas intelectualmente hábiles y socialmente nocivas.

Vemos atónitos cómo se queman hectáreas completas. Nos angustia mientras comemos una manzana y la tiramos junto con la bolsita de los fideos y la yerba…Y decimos con un dejo de sabiduría “Qué barbaridad”, “Lo que está pasando con este planeta”, “Qué tristeza”…

Por supuesto que hay una posibilidad de cambio. Pero no es desde el “no tengo tiempo”, ni desde “¿después la basura a dónde va”?. Involucrarse en este mundo que es de cada uno y de todos es la utilidad que necesitamos. La basura es tal si está sucia, sino es posibilidad. Somos parte del mundo, no somos el ombligo. Personas conscientes del consumo, partes del mundo. Conectadas más allá del instinto de placer.

A partir de esa visita me sucedieron muchas cosas nuevas. Entre ellas, organicé una fundación que trabaja en educación socio ambiental. Por supuesto los invito a conocerla en las redes sociales y en la web: Siendo Fundación, que pueden encontrar en la web www.siendo.org.ar. Escribí en cuarentena un libro acerca de educación socio ambiental que espero poder compartirlo en poco tiempo. Podemos en cada lugar de nuestra rutina, lograr el cambio.


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