La mejor mochila para salir a la calle

 La mejor mochila para salir a la calle

Amor, paciencia, tiempo, contención, límites. Esas herramientas que los adultos podemos darles a los chicos y jóvenes son únicas, y sirven para toda la vida.

 Redacción

Diario Río negro

Columna psicopedagógica

Laura Collavini. Psicopedagoga

https://www.rionegro.com.ar/en-casa/la-mejor-mochila-para-salir-a-la-calle-2128153/

ENERO 23, 2022 5:00 AM



“No me mando a un boliche si no estoy puesto, no tiene sentido. Para eso me quedo en mi casa tranqui, fumándome un porro”. “No sé acercarme a una mina si no tengo al menos un par de birras encima. Si estoy escabiado, me re manejo”. “No voy al boliche porque me van a gritar gorda, me hace sentir muy mal, quién va a querer estar con una gorda”. “Los flacos me miran raro, no sé, me gritan puto, pero a mí, los flacos no me gustan”.

“No, no me hagas hablar de mí, no sé que decirte. Me pone incómodo”. “No tengo idea de qué siento. ¿Qué debería sentir?». “No sé si soy bueno para algo”. “Prefiero no hablar cara a cara, me pone nervioso, no sé que decir, prefiero WhatsApp o las redes”. “En casa no hablamos mucho. Todos están muy ocupados con sus cosas…”. “Mis papás son buenos… Es que no tienen mucho tiempo para estar conmigo”. “No sé divertirme sin algo encima”.

Son extractos de relatos de niños, niñas, adolescentes y jóvenes a los que me doy o di el lujo de acompañar. En estos procesos develamos juntos y de a poco ciertas realidades, tal vez ocultas ante ellos mismos, mediante las charlas y los comentarios sin prejuicios, comienzan a surgir.

Los adultos los ven como desinteresados, queriendo todo fácil. Ellos, y claro, generalizo con el término “adultos” como con el término adolescentes y jóvenes, se sienten desorientados.

Es un mundo que da demasiadas posibilidades sin brújula. Se los resumo así: Escucho a los padres quejarse y decir “tienen todo y no saben qué hacer”. Desmenucemos el término “todo” y también el “hacer”.

Si todo es el acceso a la tecnología, educación, trabajo, recursos varios, ok. Tienen todo. Pero disiento con la afirmación que eso sea lo suficiente como para tener un rumbo. Dos pies, agua en la mochila y la posibilidad de caminar no marcan el rumbo. Eso está adentro y se construye. No aparece cuando tenemos wifi.

La construcción del rumbo en la vida es dinámico, complejo y no es “la calle”. “La calle te cría, te haces en la calle”. Parafraseando esta frase tanguera, retruco: “En la calle te podés hacer percha si no sabes qué hacer”.

Para salir a la calle se tiene que saber cómo cruzarla para no ser atropellado. Eso se consigue con un adulto atento a brindar ese conocimiento. Para saber comprar y qué vuelto tienen que darnos no es suficiente ir a la escuela. Es menester una persona que se ocupe de contarme qué tengo que pedir, primero decir buen día, fijarse el precio, conocer el billete que doy y si me alcanza después empezar a sacar algún número más o menos rápido acerca del vuelto. Guardar la compra, saludar y salir. Todo eso tan incorporado es una construcción desde niños que se debe transitar.

¿De qué sirven las peleas entre hermanos? Son ejercicios para la vida, claro está, si existe un adulto con capacidad de regular las emociones que se desbordan.

Cuando hay una pelea en la calle y veo las personas que agreden siempre me pregunto: ¿Con quién almorzó esa persona hoy? ¿Cómo habrá dormido? ¿Tendrá colchón propio? ¿Quién lo escucho amorosamente? ¿Quién lo espera? ¿A qué habrá jugado de niño? ¿Alguien habrá jugado con él/ella? ¿Qué hicieron los adultos cuando se enojaba? ¿Lo castigaban? ¿Alguien le habrá leído un cuento? ¿Qué le habrá pasado en las noches de tormenta? ¿Alguien lo habrá invitado a dejar el celu y conversar, pasear o hacer masa? ¿Siempre les daban la razón a sus caprichos o habrán debatido sus ideas?

Me encanta decir esto: “Nadie sale de un repollo”. Todos y cada uno somos frutos de una realidad con personas que nos marcaron. A veces sorteamos complejidades y armamos un nuevo rumbo, pero si no hay tantas herramientas a mano. Tal vez no se pueda.

Esas mágicas herramientas no tienen precio. Se llaman amor, paciencia, tiempo, contención, límites. Son únicas, sirven para toda la vida. No caducan, no se cortan. Abrigan, alivian, sostienen, previenen.

Alcohol, droga, violencia entre jóvenes. Es la portada de muchos noticieros. Suele aparecer en esta época de verano donde todos salen. Fiestas de todo tipo, encuentros a mil por mil.

Venimos de épocas de encierro, de angustias de las que aun no salimos. Depresión, malestar generalizado y muchos condimentos que se van sumando y ofrecen frutos no deseados. Pero claramente no es la raíz del problema, en muchos casos agravó la situación.

Mirarse cara a cara para hablar. Contar las emociones, relatarse el día, el por qué del cansancio o alguna que otra cosa, tal vez insignificante ante las corridas diarias. Preguntar qué tal tu día hoy, qué fue lo que más te gustó, que menos, qué harías para cambiarlo. Un “basta de tecnología, vení que hacemos algo juntos”, melodías bellas que la infancia espera para que un día, cuando en la calle un alguien venga con ganas de pelear se pueda percibir y resguardarse; para que cuando la frustración llegue inevitablemente, se tenga en la mochila de los recursos parentales una mirada atenta que diga, no pasa nada, lo resuelvo de otra forma.

Por Laura Collavini, Psicopedagoga.-


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