Juego y tiempo libre: ¿cuánto hacemos los adultos por generar esos espacios?

 Juego y tiempo libre: ¿cuánto hacemos los adultos por generar esos espacios?

Solemos pedirles a los chicos que realicen cosas que nosotros no nos animamos o no sabemos cómo hacer. A veces se trata de estar disponibles para ellos, y disfrutar.

Redacción

Diario Río negro

Columna psicopedagógica 

Laura Collavini. Psicopedagoga

(lauracollavini@hotmail.com)

https://www.rionegro.com.ar/juego-y-tiempo-libre-cuanto-hacemos-los-adultos-por-generar-esos-espacios-2098057/






Enero

Calor sofocante. Niños sin clases. Padres que no siempre están libres para dedicarles tiempo.

¿Qué hacer?

Aquí surge siempre una pregunta. Si colonia, niñera, abuelos, tíos. ¿Qué hacer?

Es frecuente que los espacios ociosos se transformen en complejidad. Los tiempos ocupados de los padres =/ tiempo libre de los chicos. Pero la pregunta o la intención de estas líneas van algo más allá de la difícil organización familiar. Va hacia nosotros como adultos, lo que transmitimos, las enseñanzas que brindamos con nuestro accionar diario, rutinario e invisible.

¿Estamos preparados para saber utilizar el tiempo sin producción? Entiendo que el encabezado va dirigido especialmente hacia los más pequeños, pero obviamente ellos se educan con el ejemplo. Así es que aquello que nosotros hacemos será el reflejo de nuestro manejo del tiempo libre.

Los padres se quejan, con el celular en mano, que los hijos se la pasan frente a los dispositivos. Los celulares los utilizamos los adultos mucho tiempo. Por trabajo, fines sociales o recreativos, pero tenemos el celular en uso muchas horas. Es casi nuestra extensión.

¿Qué nos pasa cuando no lo tenemos? ¿Qué sensación nos provoca? ¿Podemos no tomarlo en un rato libre?

Mi apreciación intenta poner un marco de reflexión y empatía, no de culpa. Concientizarnos de nuestras acciones para ser sinceros a la hora de impartir alguna orden.

Solemos pedirles a los chicos que realicen cosas que nosotros no nos animamos o no sabemos cómo hacer.

Me sorprende la cantidad de adultos que me cuentan que no saben jugar. Que no lo hicieron de niños y que, ahora siendo padres, no saben cómo estimular el juego.

La capacidad de jugar, de realizar actividades lúdicas recreativas implica creatividad, espontaneidad, necesidad, expresión.

La actividad lúdica fue maltratada y menospreciada durante mucho tiempo. Al día de hoy también observamos muchos ámbitos en los que no está bien conceptuada. Por otro lado, la llenamos de etiquetas, con lo cual es menester dar explicaciones a una actividad saludable y natural.

Una de las cosas que los chicos reclaman a sus padres es tiempo para ellos. Sin celular. Un tiempo que los padres estén “disponibles”

Si un nene juega a las muñecas es raro, si una nena a los autos o pelota es machona. “Ya estás grande para jugar. ¿No te parece?” (Esto será tema de otra columna). Si los niños se explayan por muchos lados, los padres se quejan porque desordenan todo; si están con los dispositivos se quejan porque no hacen otra cosa; 

si quieren invitar a amigos, no, porque es un lío; si quieren ir a pasear, no porque no tengo tiempo.

Parecería que no es tan simple ser niño en este tiempo. Aunque se tenga todo o no se tenga nada.

Una de las cosas que los chicos reclaman a sus padres es tiempo para ellos. Sin celular. Un tiempo que los padres estén “disponibles”.

Disponibilidad. Una palabra maravillosa: “Estar disponible”. Porque una cosa es estar y otra cosa muy diferente es “estar disponible”.

¿Cuántas veces estamos presentes, pero con la cabeza en otro lado? ¿Cuántas veces nuestros hijos nos hablan y nosotros no respondemos?

Estar para nuestros hijos es la entrega de nuestro ser hacia ellos. Es ser un rato “su juguete”. Sentarnos en el piso sin celular, ver qué quiere que hagamos. Es hacerle una pregunta cualquiera esperando una respuesta y que se convierta en una charla.

Tenemos generaciones de niños sobreadaptados. Acostumbrados al ritmo de los padres y sin espacios reales de vínculo fraterno. Sobre estimulamos la información, la formación y nos olvidamos de las herramientas sociales que la brinda el colegio y sus otros espacios, pero sobre la base del contexto familiar.

Nada más bello que la mirada a los ojos, jugar con la mirada. Hablar serenamente a través de ella.

Muchos chicos prefieren comunicarse por WhatsApp antes que a los ojos. Los adolescentes suelen querer entrar a una fiesta con copas encima o alguna sustancia para darse ánimo. ¿Qué pasa con la comunicación en casa?

Como decía una profesora mía: “ Los chicos no salen de repollos”.

En las charlas con papás y mamás, cuando digo esta frase que me encanta por su sencillez y profundidad, suelen quedarse sin palabras. Porque son ciertas y ya no se puede mirar para otro lado y echarle la culpa al calentamiento global, al otro progenitor o a los abuelos. Ya no hay excusas.

Los hijos siempre nos dan la maravillosa oportunidad de crecer y evolucionar. Para eso hay que salir del lugar de confort. Animo. Se puede. “El amor todo lo puede”.

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